lunes, octubre 31, 2011

LA IRA DE SILANA




Resumen anterior: Rea Silvia iba a ser trasladada a un lugar secreto. El pordiosero Alec, que por intuición había seguido al malvado Prátex al interior del bosque sagrado de Silana, era el único de los amigos de Rea Silvia que había descubierto ese lugar.


(VII)


En el extremo más recóndito del bosque sagrado de Silana, apostado entre los matorrales y las encinas, el pordiosero Alec vigilaba al grupo de hombres que, dirigidos por Prátex, trabajaba desde el amanecer. Habían abatido varios árboles y despejado de matojos el claro del bosque junto a los murallones de roca que cerraban la hondonada por tres lados. El trabajo se había organizado por grupos: mientras unos talaban, otros limpiaban los troncos quitándoles las ramas y la corteza en el mismo lugar donde habían sido abatidos y un tercer grupo los transportaban hasta la hondonada, donde ya habían perforado los agujeros en el suelo para asentar los postes. Era evidente que estaban construyendo una cabaña.
A ratos Alec cabeceaba. Había visto construir muchas chozas en su vida y no sentía especial curiosidad por ésta, así que se limitaba a tener los oídos alerta y echar una ojeada a los hombres de vez en cuando. Hacia el mediodía, los recios postes de sustentación estaban clavados en su sitio y un montón de leños finos, limpios de ramificaciones y de hojas, se apilaban en el suelo en espera de ser usados. Aun cuando el trabajo avanzaba deprisa, quedaba mucho por hacer: cortar, limpiar y colocar en su sitio la viga cumbrera para sostener el tejado en su punto más alto y asegurarse de que asentaba bien; levantar las paredes de adobe, atar las vigas y los leños con cuerdas, formando el armazón sobre el que debía colocarse, por último, la paja del tejado.
Los hombres hicieron un alto para descansar y comer. El olor de los quesos llegó hasta la nariz de Alec y un retortijón de hambre le contrajo el vientre. Mientras cavilaba sobre cómo calmarla oyó a Prátex llamar a gritos a tres de ellos y, urgido por alguna razón que no alcanzó a escuchar, ordenarles retomar el trabajo enseguida. Les hizo con la mano un gesto para que lo siguieran y se puso en marcha a grandes zancadas. Como si también lo hubiera convocado a él, Alec se puso en pie y los siguió. Al menos así distraería el vacío del estómago y estiraría las piernas, entumecidas después permanecer de tanto tiempo sin apenas moverse de su escondite.
Salieron de la hondonada remontando la cuesta y penetraron en la zona más espesa del bosque, desandando el camino recorrido esa misma mañana antes del amanecer. Prátex abandonó la senda, se apartó unos cuantos pasos hacia su derecha y señaló a los hombres un árbol de porte muy alto. Los leñadores empuñaron sus hachas y se pusieron al tajo. Alec buscó con la vista dónde apostarse. A la izquierda de la senda, entre la espesura, vio unas cuantas rocas sueltas. Ofrecían un buen resguardo y en la maleza que las rodeaba encontraría raíces comestibles. Apoyó la espalda en una de las piedras y comprobó que podía vigilar desde allí con bastante seguridad: entre él y los leñadores se interponía el sendero y abundantes árboles y matorrales. Mientras se llevaba una raíz a la boca, se preguntó qué habría ocurrido con Rea Silvia.


El sol se abatía como una lanza de oro sobre la superficie del lago Albano cuando el rey Amulio y un grupo reducido de criados, ascendiendo entre los bosques desde la orilla del lago, alcanzaron el camino del santuario de Júpiter Latiaris. Venían empapados de sudor, con las aljabas en bandolera y los arcos colgados al hombro. Varios patos y otras aves acuáticas, atadas por las patas con una cuerda, colgaban del cinturón de cuero de uno de los criados, quien también empuñaba una lanza corta. Se sentaron a descansar en un ribazo, al borde del camino.

- Ve a la fuente sagrada de Silana y trae de beber – ordenó el rey Amulio a uno de sus siervos –. Allí habrá un hombre de Prátex: dale recado para que le avise y venga a encontrarme aquí. Comeremos un bocado.
Había sido una buena idea salir a cazar. Criseida era muy obstinada, pensó Amulio, pero con frecuencia tenía razón y lo aconsejaba bien. Respirar el aire de los bosques, gritar a sus hombres, ejercitarse en el manejo del arco para no perder práctica ni puntería, cobrar buenas piezas, eran actividades adecuadas para el día posterior a la boda de su hija. Que ninguno de sus súbditos pensara que el exceso de comida durante el banquete o la abundante bebida habían restado brío o disminuido el vigor de su rey. Sus hechos debían proclamar que era el primero en todo: el más temible con la lanza y la espada, el más hábil en la cacería, el más resistente en la lucha, el más inflexible y firme al tomar decisiones, el más cruel. Sí, inspirar miedo le parecía fundamental para mantener sobre la cabeza una corona. Cuanto más miedo, mejor.

Los criados habían sacado ya de sus zurrones tortas de espelta, cebollas, quesos frescos y curados, cuando regresó su compañero con un odre lleno de agua y acompañado de Prátex. Comieron en silencio y, al terminar, el rey ordenó a sus hombres que lo esperasen sin moverse de allí hasta su regreso. Se levantó y se alejó con Prátex. Sólo cuando desaparecieron de su vista los criados y comprobaron que no había nadie por los alrededores, el rey y su sicario penetraron en el bosque de Silana.

- Espero que el sitio elegido esté tan oculto como me has asegurado – dijo el rey.

- Tu mismo vas a verlo, señor – respondió Prátex avanzando por la solitaria senda –. Mañana mismo tendremos terminada la cabaña.
- ¿Mañana? ¡No! No quiero tener a la zorra de mi sobrina en mi propia casa. Esta noche te la entregaré, a ella y a su sierva. Si no está terminada la cabaña, que duerman al raso.

- Tú das las órdenes, mi rey. Piensa, no obstante, que los criados que me has proporcionado no saben para qué o para quién están construyendo la cabaña, pero si ven a las mujeres… No será fácil mantener este lugar en secreto.

Amulio no contestó. El follaje cada vez más tupido dificultaba el paso del sol. De la tierra brotaba una neblina que desdibujaba los contornos y sumía el bosque en un silencio inusual: apenas escuchaban el crujir de la hojarasca y de las ramitas que se quebraban a cada paso bajo sus pies. Habían dejado atrás el ramal que llevaba a la fuente de Silana y, percibiendo con intensidad lo opresivo del ambiente, Amulio juzgó que su sicario había elegido con acierto el lugar donde ocultarían a Rea Silvia: nadie se adentraría en ese bosque por gusto.

- Cuando acaben su tarea, mátalos – dijo de pronto.
- ¿Quieres que mate a tus criados? – respondió Prátex sin ocultar su extrañeza.

- Ya me has oído. Nadie debe saber dónde escondemos a Rea Silva, salvo nosotros dos, y un par de hombres de tu estricta confianza para que vigilen el lugar.

- No podré matarlos yo solo – objetó Prátex.

- ¿He de enseñarte yo cómo hacer tu trabajo? – bufó Amulio –. Engáñalos, mátalos de uno en uno o haz que se despellejen unos a otros. Y escúchame bien: no quiero que esos hombres ni ningún otro maltrate a las mujeres ni se les acerquen. Son intocables. De la vida y la seguridad de Rea Silvia respondes con tu cabeza. En cuanto a este lugar y a la cabaña que será su prisión, ¡ni una palabra a la reina!

La ninfa Silana, que ya les había mostrado su aspecto más hosco, indignada al conocer los planes criminales que perpetraba el rey Amulio en sus propios dominios, no pudo contener su enojo y su desagrado: envió una violenta ráfaga de aire que sacudió el bosque entero y lo ensombreció aún más, revolviendo ramas y hojas, levantando hojas muertas y silbando una canción siniestra. Como una advertencia llegó hasta ellos el golpeteo de las hachas. Al escucharlo, Prátex informó al rey que estaban próximos al lugar donde sus criados talaban el árbol de cuyo tronco saldría la viga cumbrera para la choza. Y aún debían recorrer un buen trecho hasta llegar a la hondonada donde quedaría aislada Rea Silvia.
De pronto se oyó un crujido espantoso envuelto en un fragor de ramas, chillidos de pájaros y pasos de animales huyendo a la carrera. Una fulminante oscuridad se abatió sobre el bosque de encinas, como si el cielo se viniera abajo. Y en cierto modo, así era. Delante mismo del rey, casi rozándole la cara, cayó con gran estrépito el árbol que estaban talando sus criados. El grueso tronco golpeó el suelo, rebotó levantando una polvareda y quedó atravesado en medio del camino. Sus ramas habían aplastado las de otros árboles, quebrándolas al caer y arrastrándolas al suelo.

Amulio, que había saltado hacia atrás, se quedó pálido. Había visto la muerte tan cerca, que las piernas no lo sostenían. Apoyado en una encina imprecó y blasfemó contra la ninfa Silana y todas las divinidades de los bosques y, puesto que la ninfa le había cortado el paso de tal modo, renunciaba a seguir hollando ese suelo con sus reales plantas. ¡Maldito fuera aquel lugar y malditos
cuantos seres mortales e inmortales lo habitaran! Gemía el viento entre el follaje, el polvo volvía a caer lentamente despejando el aire y un sonido indefinible, como el grito de un ave o una carcajada, quién sabe si de satisfacción o de cólera, recorrió el bosque entero.

El pordiosero Alec, que había presenciado la llegada de Amulio y Prátex desde su refugio, no pudo ni siquiera gritar: golpeado en la cabeza por una de las ramas más altas del árbol abatido, había quedado tendido entre las rocas y de su frente manaba sangre en abundancia.



* La fotografía del árbol envuelto en niebla, tomada en la Cumbrecita, Córdoba, Argentina es obra de Alexandria Faderland, nuestra Calisto en la novela de la fundación de Roma. El resto de fotografías son de Isabel Barceló.

domingo, octubre 30, 2011

CUPIDO ES PELIGROSO PARA LOS POETAS

Dijo el poeta Ovidio:


No bien me había quejado [a Cupido], cuando abrió él su aljaba inmediatamente y escogió una flecha destinada a mi perdición. Curvó vigorosamente el sinuoso arco sobre la rodilla y dijo: “Toma, poeta, argumento para tus versos”.


OVIDIO.- "Amores".
Traducción de Vicente Cristóbal López.

NOTA 1: Os dejo el enlace a un interesante artículo – en el que se mezcla mitología y actualidad – de nuestro amigo
URCO en nuestra novela de la fundación de Roma (Vicente Valero Costa). Un valioso colaborador de Rómulo…
NOTA 2: Mañana colgaré el siguiente capítulo de la fundación de Roma.

NOTA 3: Esto es lo que Corina ha dicho respecto a Cupido.

viernes, octubre 28, 2011

SOBRE EL TIEMPO



Esto dijo el filósofo Séneca:


“No tenemos poco tiempo, sino que perdemos mucho”


¡Ay, si sumáramos las personas, las vidas y el tiempo perdidos y desgarrados por las guerras!

jueves, octubre 27, 2011

FÁBULA DEL LOBO Y LA GRULLA





Contaba Fedro la fábula de un lobo al que, comiendo, se le había clavado un hueso en la garganta. Le dolía espantosamente, y fue en busca de algún otro animal que quisiera ayudarlo, ofreciendo premios y regalos a quien le extrajera el hueso. Todos rehusaban, pues temían al lobo. Finalmente, una grulla, confiada en la longitud de su cuello, se decidió a introducir su pico en la garganta del lobo para sacarle el hueso. Cuando lo hubo conseguido, reclamó al lobo su recompensa. Y el lobo, entonces, le dijo:

- “Eres una ingrata: has sacado sana y salva la cabeza de mi boca, ¡y aún me pides una recompensa…!”

Que cada cual extraiga sus conclusiones.


NOTA: Os dejo el enlace a una breve crónica sobre la entrega de premios de microrrelatos “¿Donde lees tú?” – en la que tuve el honor de participar - realizada por una de las protagonistas, ganadora del segundo premio,Mar Hornos. Y aquí otro enlace de otra protagonista, Mª Antonia Moreno




*Foto sacada de internet.

lunes, octubre 24, 2011

ERROR FATAL

BREVE RESUMEN DE LA TERCERA PARTE: La vestal Rea Silvia había quedado recluida en la cabaña real al descubrirse su embarazo. Sus padres habían sido expulsados de Alba Longa y sus amigas se habían quedado vigilando la cabaña real. Al amanecer, Tuccia había informado de lo sucedido a la prima de Rea Silvia, Anto, para que le prestase ayuda. Pero la reina Criseida, enterada de que su hija Anto pretendía ayudar a Rea Silvia, se había propuesto impedírselo.


(VI)
- Lo siento, noble Anto, no puedes pasar – dijo uno de los criados armados que custodiaba la puerta de la cabaña real –. Tu madre, la reina, ha sido muy estricta en sus instrucciones: nadie puede entrar hasta nueva orden.
Anto se miró los pies, avergonzada y disgustada ante una prohibición tan sorprendente. Jamás hubiera imaginado que su propia madre le negaría la entrada al que había sido, hasta la víspera, su propio hogar. No insistió ante el criado. Dio media vuelta y se alejó. ¿A qué se debería semejante orden? No hubo de pensar mucho antes de concluir que su madre pretendía ocultarle el terrible castigo impuesto a Rea Silvia. Le impediría entrar en su casa para evitar que pudiese ver a su prima, hablar con ella y ayudarla. Pero no pensaba darse por vencida.

Se metió por entre unas cabañas y, dando un rodeo para sustraerse a la vigilancia del criado de guardia, se dirigió al prado que se extendía detrás de la cabaña real para entrar por la puerta de la cocina. Al llegar allí se llevó una sorpresa: su madre estaba sentada en un banco a la sombra de un bosquecillo de arces que cerraba uno de los extremos del prado. Apenas la vio, la reina Criseida se levantó y se dirigió a su encuentro con los brazos abiertos.

- ¡Hija querida! – dijo a modo de saludo. La abrazó con fuerza y enseguida se separó de ella y la observó de arriba abajo – ¡Déjame verte! Estás preciosa, preciosa. El matrimonio te ha sentado de maravilla. ¿Se ha portado Nipace como debe hacerlo un hombre? Sí, se ve enseguida que sí… Mira qué piel tan lustrosa se te ha puesto. Ay, hija ¡cuántos recuerdos me ha traído tu boda...!
- Todo ha ido muy bien, madre – respondió Anto dejándose llevar del brazo hacia el bosquecillo, pero sin disimular su disgusto –. Lo que no esperaba era venir a visitar a mis padres y encontrar la puerta cerrada para mí. ¿El ser una mujer casada ha de alejarme de vosotros? En tal caso, deberías habérmelo advertido antes, pues me habría negado a casarme.

- ¡No digas tonterías, Anto! Casarse y tener hijos es un deber para cualquiera, pero mayor aún para la hija de un rey. Tu padre necesita herederos de su propia sangre, ya lo sabes –. Y golpeando con la mano la superficie del banco, la invitó a sentarse.

- ¿Quieres que tenga hijos para negarles la entrada a tu casa?

- A veces resultas insufrible, hija mía – respondió Criseida haciendo un gesto de desagrado con la boca –. ¿No me ves a mí misma aquí afuera? Nuestras criadas han ido a por agua y por leña porque hoy harán la comida en el prado. De momento, nadie puede entrar en la cabaña real.

- ¿Ni siquiera mi padre? – preguntó Anto con sequedad.
- Tu padre se ha ido de caza y no regresará hasta la noche. Alégrate de que no esté, pues no te toleraría tantas preguntas ni ese tono tan impertinente... ¿Es así como empiezas tu nueva vida, poniendo cara de vinagre y peleándote conmigo?

Anto hizo un gran esfuerzo para mantenerse firme y distante, una actitud que contrariaba su carácter dulce y afectuoso. Temía las argucias de Criseida y su habilidad para eludir las cuestiones que no le gustaban, así que decidió ser directa.

- Madre, dime qué pasa.

La reina Criseida hizo un gesto vago con la mano y rehuyó mirar a su hija.

- No ocurre nada. Estamos esperando que venga el sacerdote de Júpiter para purificar la cabaña, nada más. Está viejo y realiza los rituales con mucha lentitud, hija. Contando, además, con que se equivoque más de una vez, algo que ocurre con frecuencia, y haya de repetir los ritos desde el principio, he calculado que caerá la tarde antes de que podamos volver a entrar.
- ¿Purificar la cabaña? ¿Por qué? Me estás ocultando algo y te equivocas al hacerlo. Me casé ayer, madre, tú misma acabas de mencionarlo. No puedes tratarme como a una niña.

Azorada, la reina bajó la cabeza, pareció concentrarse en examinar las palmas de sus manos, y luego volvió los ojos hacia su hija con mirada cándida.

- Tienes razón, Anto. No quería disgustarte, pues sé cuanto quieres a tu prima Rea Silvia. Sin embargo, comprendo que ocultarte los sinsabores de la vida está ya fuera de lugar. Perdóname. No le reproches a tu madre que quisiera ahorrarte una pesadumbre justo en tu primer día de casada – y mientras decía estas palabras, se enjugaba con un dedo una fingida lágrima. Al verla tan afectada, Anto se sintió conmovida y la abrazó.

- Perdóname tú a mí, madre. Y no me tengas en ascuas, dime qué le ha ocurrido a mi prima.
Entre lágrimas le relató la reina Criseida cómo la tarde anterior habían descubierto el embarazo de Rea Silvia: el desmayo de la vestal en la calle, su traslado a la cabaña real y la sorpresa brutal que se llevaron al ver que la causa del desvanecimiento era el sofoco por llevar el vientre oprimido para ocultarlo. Le habló del dolor de Númitor y Aurelia, de la reunión del Consejo y su espanto al constatar el sacrilegio cometido por Rea Silvia. Había ofendido a Vesta y por su culpa la diosa retiraría su protección a Alba Longa: podría enviarles una enfermedad que matase a niños y rebaños, azuzar contra ella a sus enemigos o arrasar las cabañas con una lluvia de fuego. Su crimen sólo podía ser expiado con el sacrificio de su propia vida.

Anto había seguido el relato con angustia creciente, percatándose de la gravedad de lo ocurrido. El pesar que manifestaba su propia madre le daba la medida de la tragedia.

- Quiero ver a mi prima y escuchar sus explicaciones – dijo al fin, con voz temblorosa y los ojos hinchados de llorar.
- Pero hija, ¿no te he dicho que van a purificar la cabaña? A tu prima se la han llevado de aquí esta madrugada, por eso hemos llamado al sacerdote de Júpiter, para que limpie los rastros sacrílegos que ella ha dejado. ¡Y no me preguntes dónde está, porque tu padre se ha negado a decírmelo!

Redobló su llanto la joven. Las palabras de ánimo y consuelo que le prodigó su madre no le procuraron ningún alivio. Le dolía no haber hablado con Rea Silvia. Quizá si se hubiera apresurado a venir a la cabaña real en lugar de entretenerse en el lecho con su marido, habría llegado a tiempo de verla. Anto sentía su pecho oprimido por un puño. Al fin, pese a los ruegos de su madre para que se quedase, se despidió de ella y se marchó.

Cuando Anto desapareció de su vista, Criseida suspiró con satisfacción. ¡Le había costado un gran esfuerzo derramar tantas lágrimas y balbucear como una tonta, pero había merecido la pena! Se enorgullecía de esa
entrevista. Anto se había despedido convencida de que Rea Silvia ya no estaba en la cabaña real. Podía respirar tranquila: las primas no volverían a verse nunca jamás y ya se encargaría ella de que Anto olvidara cuanto antes a Rea. De todos modos, por si a Anto se le ocurría volver, ella y sus criadas pasarían el resto de la jornada fuera de la cabaña. ¡La estúpida y sacrílega Rea no iba a morirse por no comer bocado ni beber en todo el día!

En cuanto volviera de cazar el rey, su marido, le urgiría para que se la llevara esa misma noche. No toleraría que la sacrílega permaneciera en su casa ni un día más. ¡Que se pudriera sola, aislada, enterrada en vida en ese lugar tan secreto que Amulio ni siquiera había querido revelarle a ella, su propia esposa! El recuerdo de la desconfianza de su marido la enfureció por un instante, pero pronto se tranquilizó: si ella no sabía dónde ocultarían a Rea Silvia, ningún otro ser humano lo podría averiguar.


La noble Anto se dirigió muy apenada a la casa de las vestales. En el umbral se tropezó con la vestal Adriana, quien le informó que estaba a punto de ir a la cabaña real a llevarle a Rea Silvia ropa y las cosas más necesarias. Confiaba en que le permitieran verla y hablar con ella. Al escuchar esto, Anto no pudo contenerse y se echó a llorar.

- Rea Silvia no está en la cabaña real – logró decir entre sollozos –. Se la han llevado ya.

Esta noticia causó una tremenda conmoción. Puesto que Rea iba a ser conducida a un lugar secreto, la única esperanza de sus amigas había sido conseguir averiguar a dónde la llevaban. Toda la noche habían vigilado los alrededores de la cabaña real, sin dormir, atentas a cualquier movimiento. Esperaban detectar su salida y seguirla sin ser vistas aprovechando el amparo de la noche. Y he aquí que su plan había fracasado. Quizá la habían sacado por la puerta trasera, o en un momento en que ellas estaban distraídas o confusas por el agotamiento.
Con el corazón destrozado, la doncella Tuccia fue a buscar a la pastorcilla Palantea, que aún permanecía de guardia cerca de la cabaña real. Le comunicó, entre sollozos, que no hacía falta que continuara allí, pues ni Rea Silvia podía escuchar sus melodías, ni ellas saber a dónde la habían llevado. Pesarosas por haber fallado a su amiga, abandonaron la vigilancia.

Y así, a causa del error o de la credulidad de quienes querían ayudarla, Rea Silvia quedó por completo a merced de sus enemigos. “Como un náufrago en medio del mar/ azotado por el viento y las tormentas/ sin ayuda, sin consuelo ni resguardo:/ así el destino zarandeaba a Rea Silvia/ mientras permanecía recluida en la cabaña real”. No cabe una descripción mejor que la de Urbano Lacio
.



*Todas las fotos son de Isabel Romana, tomadas en el reciente viaje a Roma y los montes Albanos.

jueves, octubre 20, 2011

REGRESO A ROMA

Dedicado a Mª Antonia Moreno Mulas
De la liberta Lálage a su amiga Elia


Querida, ayer mismo mi señora Claudia Hortensia y yo regresamos a Roma. Antes pasamos por el santuario de la diosa Diana en el lago Nemi y ¿puedes creer que Claudia Hortensia adquirió una cabeza de barro y la ofreció como exvoto para pedirle a la diosa que la ilumine en su tarea de relatar el origen de Roma? Le dije: “Más valdría que le ofrecieras un útero para que el embarazo de Rea Silvia se desarrolle bien”, pero ella se burló de mi broma y amenazó con ofrecer en mi nombre una lengua con el ruego de que Diana me enseñe a contenerla. ¡Saben los dioses cuánto dinero se ha gastado dedicando invocaciones y pidiendo favores divinos en todos los templos que hemos visitado! No sé si su historia resultará ser buena, pero una cosa te digo: los grabadores de piedra del Lacio le estarán agradecidos para siempre…


Esta mañana ha amanecido un poco enigmática, pues me ha dicho que antes de retomar el relato de la fundación de Roma, ha de pasear por
una nube … Trataré de verte el próximo lunes. Cuídate.




NOTA: Queridos amigos, voy un par de días a Salamanca a participar en unas jornadas sobre la lectura en la nube organizadas por la Fundación Sánchez Rupérez y la U. de Salamanca. Conmigo viene la reina Dido, Rea Silvia y todos vosotros, pues de ese tema y de la experiencia maravillosa de crear esas novelas con vostros voy a hablar. En el enlace que os he dejado "en la nube" viene una breve explicación. Por lo demás, os dejo también el enlace al blog de mª Antonia Moreno Mulas, que será Nairam en la novela, una matrona un tanto misteriosa…, y que es una de las organizadoras del encuentro.

*Vista del lago Nemi. Foto de Isabel romana.
** Ex-votos de lenguas y úteros en el Museo de Palestrina. Foto de Isabel romana.

martes, octubre 18, 2011

INVOCACIÓN AL PADRE TÍBER A SU PASO POR ROMA

A Txema Gil


"Padre Tíber, tú que salvaste a los gemelos de la muerte y los depositaste amorosamente en la orilla, a ti te debemos Roma. A ti te deben la esperanza Rea Silvia, Acca Larentia, las Sabinas y toda la estirpe romana. Seme favorable; que tus aguas y el rumor de tus aguas que ahora escucho, y la vida que en ellas viaja, me sean propicias. Auxíliame, padre Tíber, y concédeme que pueda contar dignamente los orígenes de esta ciudad."

Esta invocación escribe en una tablilla de cera la noble Claudia Hortensia para que los fundidores la viertan al bronce.
NOTA: Os dejo el enlace al blog de
Txema, el río Tíber en la novela sobre la fundación de Roma.

*El Tíber y la isla Tiberina en Roma. Foto Isabel Romana.

domingo, octubre 16, 2011

EN LA CUMBRE DEL MONTE CAVO

A Margarita Alonso, de la Real Academia de España en Roma

Al relatar la historia de Rea Silvia, la noble Claudia Hortensia hablaba así sobre la fiesta de Júpiter Latiaris en el monte Cavo:

“El día señalado para la fiesta de Júpiter Latiaris las vestales se levantaron antes del alba (…). Los primeros rayos de sol encontraron la ciudad de Alba Longa en movimiento y los caminos que, desde las distintas ciudades latinas conducían al santuario [de Júpiter] del monte Cavo, repletos de gente (…). Era un gozo ver desfilar las ovejas y las cabras, los cerdos, las terneras, los bueyes, adornados con cintas de colores y con hojas, mientras los pastores, vestidos con sus mejores galas, daban órdenes a los perros, cantaban y tocaban las siringas, o caminaban en grupos charlando (…).

Toda la mañana transcurrió con el sucederse de peregrinos que entregaban en el santuario sus ofrendas de animales, quesos y leche y luego hacían fiesta en los alrededores compartiendo comida, bebida y alegría. También las vestales de Alba Longa tenían su lugar de encuentro en un bosquecillo situado detrás del santuario, donde sus criados habían llevado un carro con provisiones (…).

Sacrificó el toro el sacerdote del santuario, quemó la parte correspondiente a Júpiter y luego se distribuyeron equitativamente los trozos de carne entre los representantes de todas y cada una de las ciudades. Éstos ordenaron solemnemente a los jóvenes latinos que se dispersaran por los bosques para recoger la leña con la que, al caer la noche, habría de encenderse una gran hoguera ritual en la cima del monte. Fue entonces cuando Rea Silvia, que había disfrutado de una jornada feliz bajo aquel cielo brillante, recibió el encargo que tanto había esperado: purificar los instrumentos del sacrificio en la fuente del bosque sagrado de Marte, situado ladera abajo del santuario (…).

Y así, mientras el monte bullía de actividad, los castañares rebosaban de jóvenes en busca de leña y sus amigas socorrían a una perra atrapada, Rea Silvia penetró, sola y hermosa, en el bosque sagrado de Marte, donde su destino, para mal suyo y bien del mundo, habría de cumplirse. “



Este otro texto fue escrito por Saverio Kambo hacia 1922 en su obra “Grottaferrata e il Monte Cavo.”:

“Hoy, todo es silencio sobre el Monte [Cavo]: sólo el estremecimiento de la espesura y el gorjeo de los ruiseñores llegan hasta nosotros; mientras, a la sombra de las enormes encinas, escrutamos el horizonte y, en la altísima quietud, el fantasma de la edad antigua se engrandece y parece hacerse tangible. Milenios de historia (¡y qué historia!) cabalgan a nuestro alrededor. Todo gran espíritu siente la necesidad de subir aquí y sumergir su pensamiento en este mar inmenso de experiencias y de memoria. De aquí extrajeron inspiración los más altos poetas de la edad nueva: de Goethe a Byron; de Carducci a D’Annuzio. Esta es la más augusta visión del mundo. Y sobre la frente encendida sentimos agitarse los dioses de Italia.”

He subido al monte Cavo con Rea Silvia y con Saverio Kambo. Y os aseguro, con emoción, que aún es posible vivir ambas experiencias.

NOTA: Queridos amigos, ya estoy de regreso pero con algunos problemillas. Trataré de retomar cuanto antes la historia de Rea Silvia. Aquí podéis leer el
capítulo completo relativo a esta fiesta y Rea Silvia.


*Vista del monte Cavo desde el convento de Capuchinos, donde estaba uno de los extremos de Alba Longa.
**Detalle de escultura romana en el Anticuario del Palatino.Roma.
***Detalle de un calco de un relive en el Ara Pacis. Roma.
**** Vista del lago Albano desde el monte Cavo.

miércoles, octubre 12, 2011

TÍVOLI




"A la una de la noche, como soplaba con violencia el viento, me he levantado y he pasado el resto de la noche en la terraza. El cielo estaba cargado de nubes, la tormenta mezclaba sus gemidos en las columnas del templo con el ruido de la cascada; parecía que se oyesen salir voces tristes de los respiraderos del antro de la Sibila. El vapor del salto de agua subía hacia mí desde el fondo del abismo como una sombra blanca; era una verdadera aparición. Me creía transportado al borde de los arenales o brezales de mi Armórica en medio de una noche de otoño: los recuerdos del templo paterno borraban para mí los de los hogares de César: todo hombre lleva dentro de sí un mundo compuesto de todo cuanto ha visto y amado, y entra en él sin cesar, al mismo tiempo que recorre y parece habitar un mundo extranjero.”

Chateaubriand.- Viaje a Italia
Traducción de Plácido de Prada.

domingo, octubre 09, 2011

TOMAD EJEMPLO PARA NO SUFRIR


“¿Me preguntas, Flaco, a qué mujer quiero y a cual no quiero?

No quiero ni a la demasiado fácil ni a la demasiado difícil.

Apruebo lo que está en medio y queda entre los extremos:

ni quiero lo que hace sufrir ni quiero lo que empalaga.”



MARCIAL .- Epigramas


NOTA: Mi encantador Marcial nos vuelve a dar una lección de equilibrio y sensatez. Y yo sigo por su adorada Roma… Pero vuelvo enseguida.

jueves, octubre 06, 2011

QUÉ DULCEMENTE DUERME


- “¡Vete, sueño traidor, que apartas de mis caricias a mi amada!” – dice él.

Y ella dice:

- “Ven pronto, sueño amigo, y apodérate de mi querido Cayo, pues tan dulcemente duerme.”



Nota: Os recuerdo que ésta es una entrada programada mientras Claudia Hortensia y su liberta Lálage andan recorriendo Alba Longa.




martes, octubre 04, 2011

¿QUÉ TE PARECE LA USURA?


Según explica Cicerón, en su obra Sobre los deberes en una ocasión un individuo le hizo una serie de preguntas sobre agricultura a Catón el Viejo (s. III-II a.C.) y terminó haciéndole ésta:

“¿Y qué te parece la usura?”. Catón respondió “¿Y a ti, qué te parece el asesinato?”

NOTA: Ya veis, queridos amigos, que la usura es una lacra social antiquísima. ¿Os extrañaría si os dijera que, a mi parecer, los famosos “mercados financieros” están aplicando ese injustísimo trato a la deuda de todos los países europeos? Y al respecto opino lo mismo que Catón: no es menos grave que un asesinato. Os dejo un enlace para quien quiera saber quién fue Catón el viejo

Sigo por tierras de Rea Silvia…







domingo, octubre 02, 2011

LA PIEDRA TE HABLARÁ


“Cualquiera que se ocupe únicamente del estudio de la antigüedad y de las artes o cualquiera que ya no tenga lazos en la vida, tiene que venir a estarse en Roma. Aquí encontrará por compañía una tierra que alimentará sus reflexiones y que ocupará su corazón y paseos que siempre le dirán algo. La piedra que pise con los pies le hablará, el polvo que levantará el viento a su paso encerrará alguna grandeza humana. Si es desdichado, si se han mezclado ya con tantas cenizas ilustres las cenizas de los que amaba, ¡con qué encanto pasará de la tumba de los Escipiones al último refugio de un amigo virtuoso, de la encantadora tumba de Cecilia Metella al modesto ataúd de una mujer desdichada!”
 

Chateaubriand.- Viaje a Italia

Traducción de Plácido de Prada.

NOTA: Os dejo un enlace a una entrada sobre el mausoleo de Cecilia Metela