miércoles, mayo 30, 2012

LLUEVEN ROSAS

Este maravillos poema escribe José Jiménez Lozano:




Nieve en primavera

Asómate a la ventana: llueven rosas,
mariposas quizás revolotean, construidas
en las aéreas estancias de lo Alto;
nacidas allá arriba, donde nuestros deseos
y esperanzas, al subir, sucumben.
¿Te acuerdas de la Vía Láctea en el verano,
que deja pasar la luz de la puerta del palacio
de los dioses, como si estuviera mal cerrada?
Por allí ha debido de bajar esta hermosura,
porque quizás los dioses celebran una fiesta
y envían
tal regalo nupcial hacia la tierra.



Para saber más sobre este autor

NOTA: Queridos amigos, lo del secuestro de la luna va en serio. La tengo ya secuestradita. Os iré dando noticias...

martes, mayo 29, 2012

DE PRIMAS, ABISMOS Y OTROS PELIGROS


“¿No corre mucho riesgo tu prima por subir tan deprisa y tan alto?”
me preguntaba Marco ayer mismo, mientras resoplábamos
para seguir a Clelia por los riscos de los montes Albanos.

“Ella ninguno” – le respondí –. “El peligro mortal es para nosotros:
cuanto más sube la prima, más nos acercamos los ciudadanos al abismo.”
Y como me mirase con extrañeza, sin entender mis palabras, añadí:
“Pero no te hablo de Clelia, Marco, sino de préstamos.”

NOTA 1: Queridos amigos, espero que esta broma os haga sonreír. Para quienes viven más allá de nuestras fronteras, les explico que se refiere a la “prima de riesgo”, es decir, el porcentaje de interés (¡altísimo!) que ha de ofrecer el gobierno español para que los inversores compren deuda pública es decir, nos presten dinero. Pagaremos intereses de escándalo. Esa prima de riesgo está altísima y sigue subiendo… Más vale sonreír un poco.

NOTA 2: Os anuncio que en breve me dispongo a secuestrar la luna. Hay que estar muy atent@s...


* Foto: pintura en una tumba etrusca de Tarquinia. Es mía, capturada del vídeo que hay en la propia entrada de la tumba.

domingo, mayo 27, 2012

TRITONES Y LUCES DE AZAFRÁN


Así siente y poetiza el poeta Fernando de Villena


 ROMA

Diez existencias fueran necesarias
para acabar de descubrir el alma
que has ido acumulando, ¡oh Roma, Roma!,
o los signos sutiles
que has dejado por íntimos rincones
para sorpresa nuestra y regocijo.

No puedo detenerme, hoy no puedo,
en pos de ese corimbo
de inquietantes detalles:
el tritón de una fuente, una voluta,
un bar, una fachada manierista,
la perfección de un rostro,
la teja de aquel cura,
los rubios maniquíes de algún escaparate…

Bebo mi té despacio,
navegante en las aguas
de ese Tíber más dulce todavía
que es la vía Condotti
con su luz de azafrán, con sus mujeres…,
y pienso en el final de los imperios.

Me marcharé mañana,
si es que alguna vez alguien
salió de esta ciudad plena y redonda.
Me marcharé mañana muy temprano
y algo dentro de mí quedará roto
como a mi paso crujen y se rompen
las hojas amarillas de noviembre.

Fernando de Villena.- “Los siete libros del mediterráneo”

jueves, mayo 24, 2012

DERRIBA LAS ALTAS COLUMNAS




Oh diosa Fortuna, a quien invocan los campesinos y los comerciantes, las madres y los hijos, quienes anhelan ver realizado un deseo y quienes temen perder aquello que aman. Tú que vuelves tu rostro divino a donde te place y con ese simple gesto haces cumplir tu voluntad, escúchame. Escucha, a través de mis palabras, a los seres que padecen penurias y están privados de lo más necesario: derriba las altas columnas sobre las que se elevan los poderosos. No te lo pedimos ni por envidia, ni por rencor, ni por ambición, sino porque se levantan y se sostienen, vergonzosamente, sobre el sufrimiento de todos.


Nota: Queridos amigos, os recuerdo que este sábado 26 de mayo, a las 13 horas, tendrá lugar la presentación de mi novela "Dido reina de Cartago" en el restaurante Pastapalabra de Valencia, seguido de una comida con menú romano para quienes se animen a quedarse a comer. El restaurante está en c/ Donoso Cortés, nº 12, junto al mercado de Ruzafa. Los interesados pueden visitar la página Pastapalabra para ver el menú y el precio.

lunes, mayo 21, 2012

HASTA UNA LOBA CUIDA MEJOR A LOS NIÑOS



Hace unos días, el emperador y sus hombres decidieron eliminar la distribución gratuita de trigo
para reducir los gastos del erario público.

“¿Por qué habríamos de gastar dinero” – se decían –
“en esos arrapiezos hambrientos y descalzos 
que afean nuestras calles y nos molestan y entorpecen
cuando los encontramos por el foro ?”

Hoy los niños vagan hambrientos por Roma.
Dan ganas de gritarle al emperador – como hizo Marcial
con un león – : “cruel, pérfido, ladrón,
aprende de nuestra loba a cuidar a los niños”.


NOTA 1: Este epigrama viene inspirado por el informe de UNICEF, según el cual está creciendo de manera alarmante la pobreza entre los niños españoles, que constituyen ya el colectivo más pobre, incluso por encima de los ancianos.

NOTA 2: El final se refiere al epigrama de Marcial titulado “Un león manso y vuelto a su fiereza”, en la que explica cómo un león mató a dos niños cuando éstos, junto con otros muchos, limpiaban la arena con rastrillos. Eran niños pobres, eso es evidente. Y él increpa al león con esos dos versos que he puesto al final. La traducción es de Antonio Ramírez de Verger.

NOTA 3: Esa “nuestra loba” se refiere a la loba que amamantó a los gemelos Rómulo y Remo, cuyas aventuras hemos vivido recientemente (“La vestal de Alba Longa”).

NOTA 4: No quiero dejar de recordaros que el próximo sábado 26 en el restaurante PASTAPALABRA haremos una presentación de Dido reina de Cartago y, para quienes quieran comer allí, habrá menú romano:

Sábado, 26 de mayo de 2012


MENÚ ROMANO EN HONOR DE "DIDO, REINA DE CARTAGO"

Os comunicamos el menú que tenemos
preparado para el sábado 26 de mayo
Ensalada de espelta
Ensalada verde con huevo aliñada con salsa de Apicio
Lagane con broccoli y carne de cerdo
Manzana caliente con frutos secos
El menú vale 14 euros e incluye una bebida
(copa de vino o cerveza o agua)
Pastapalabra estará cerrado de lunes 21 a miércoles 23 de mayo
por lo tanto es mejor hacer las reservas por mail:


domingo, mayo 20, 2012

CORDEROS



Esta mañana, cuando cruzaba la calle cerca del templo de Mercurio he visto al rico Craso en la puerta. Esperaba su turno para entrar al templo y sacrificar un corderito al dios. El animal se había sentado en el suelo y parecía sonreír. Me ha conmovido.

- No sé de qué te extrañas – me ha dicho Plautilla, cuando le he manifestado mi desazón por la tranquilidad del animal mientras esperaba a ser sacrificado –. Él no sabe lo que le espera. Y tú no demuestras ser muy lista. ¿Acaso no ves a tu alrededor a los millares de romanos que viven en la miseria por causa de hombres ambiciosos como ese? ¿Y los oyes rebelarse y levantarse contra él y contra quienes hacen lo mismo que él? Al contrario, muchos de esos pobres los aclaman por las calles y se arrojan a sus pies. Creen que, si son dóciles y complacientes, se ganarán el favor de Craso y los suyos y aún podrán comer las migajas que se caen de las mesas de sus banquetes. 

- Eres cruel, Plautilla – le he respondido –. Quizá no puedan hacer otra cosa.

- No te engañes, amiga mía. El cordero es el que no puede hacer nada. Los seres humanos, sí.

jueves, mayo 17, 2012

CORINA ES MÁS SINCERA QUE SU AMANTE



Esto responde Corina a la acusación de soberbia   que le hace Ovidio:

¡Qué equivocado estás, amado Ovidio, al acusarme de soberbia porque estimo mi belleza y le doy valor! ¿Acaso me habrías amado si tuviera los dientes podridos como Aufilena o,  al igual que tu vecina Plaucia, una cabellera más áspera que la estopa? Soberbio eres tú, que te quejas de mi tiranía, o de mi indiferencia, o de mi liviandad, según convenga más a tus poemas. 
Yo, en cambio, soy más sincera. Me considero hermosa, sí, y no lo oculto. Antes bien me valgo de ello para suscitar amor. ¿Quién no lo haría? Tú y yo, cada uno a su manera, buscamos lo mejor para nosotros mismos. Y en eso, pese a tus quejas, tienes la mayor ventaja, pues mi belleza durará unos años, mientras que tus poemas pueden durar siglos.

miércoles, mayo 16, 2012

LA BELLEZA ENGENDRA SOBERBIA


Esto dice el poeta Ovidio, refiriéndose a Corina:

“Si hay alguien que piense que ser esclavo de una mujer es cosa vergonzosa, yo quedaré ante su juicio convicto de tal vergüenza (…) Ya que estaba predestinado a ser presa de una mujer hermosa, ojalá que también lo hubiera sido de una que fuera condescendiente. La hermosura engendra soberbia. Corina es de una hermosura altanera. ¡Desgraciado de mí! (…).
Si tu hermosura te da un desmedido poder sobre todas las cosas – ¡oh hermosa nacida para esclavizar a mis ojos! – no debes por eso, al compararme contigo, despreciarme: las cosas inferiores pueden ajustarse con las grandes. “

OVIDIO.-  “Amores”
Traducción de Vicente Cristóbal López.

NOTA 1: Así le responde Corina
NOTA 2: Queridos amigos y seguidores de la historia de la fundación de Roma (La Vestal de Alba Longa), es un placer comunicarles que nuestro amigo Justo Serna ha ganado el premio Manuel Alvar de Estudios Humanistas por su obra La imaginación histórica. Ensayos sobre novelistas españoles contemporáneos. Es un orgullo y una gran satisfacción para todos nosotros. ¡Ya en su papel de cronista oral Urbano Lacio había dado muestras de ser un agudísimo observador y eficaz analista de su entorno!. 

NOTA: Sigo peleando con el pc. Pero no pienso rendirme…

lunes, mayo 14, 2012

DIRÉ COMO SÉNECA



“No tenemos poco tiempo, sino que perdemos mucho”. 

Queridos amigos, estoy batallando con el nuevo pc y sus novísimos programas… Ay.
 Es el signo de los tiempos. Procuraré reincorporarme pronto.

miércoles, mayo 09, 2012

LÁLAGE DA SU OPINIÓN A SU SEÑORA CLAUDIA HORTENSIA








De la liberta Lálage a su señora Claudia Hortensia. Salud.
Cuanto más lo pienso, señora, más convencida estoy del acierto que has tenido al decidir dedicar a la fundación de Roma tantos libros como sean necesarios. Muchos colegas tuyos, reconocidos estudiosos de la historia, han pasado por ese asunto de puntillas, dando apenas noticias sueltas y hasta confusas acerca de los hechos que llevaron a la fundación de esta ciudad. Ninguna atención, o muy escasa, le han prestado a la noble Rea Silvia, a cuya entereza y valor debemos el nacimiento de los gemelos Remo y Rómulo, pues sin su voluntad de vivir y de darles a ellos la vida, difícilmente hubieran visto la luz. Y me doy cuenta, al releer algunos pasajes, de cómo la vida nos devuelve aquello que hemos dado. Sirva de ejemplo la propia Rea Silvia que, el día en que fue poseída por Marte, había contribuido a que se salvara de la muerte la perra Bona. Y cómo, al cabo del tiempo, la perra Bona salvó a los hijos de Rea Silvia. Me reconforta saber que hacer el bien a otros nos ha de reportar un bien futuro.
Estos días estamos gozando de un tiempo primaveral en Aricia y un par de días he ido con mi hermano al santuario de Diana Nemorensis. La paz es sobrecogedora allí donde la diosa se mira en el agua. Sin embargo, estoy deseando regresar a Roma y vivir, de nuevo, la actividad febril de buscar información en las bibliotecas, beber del conocimiento de los sabios y descubrir contigo los secretos y aventuras que aún nos depara la historia de la fundación de Roma. Cuídate.


NOTA: Queridos amigos, el sábado 26 de mayo, a las 13 horas, una buena amiga organiza un acto en su restaurante y cafetería PASTAPALABRA, para presentar mi novela Dido reina de Cartago. A continuación, habrá una breve charla sobre la alimentación de los antiguos romanos y, para quienes quieran, un menú para degustar algunos platos romanos. , para presentar mi novela Dido reina de Cartago. A continuación, habrá una breve charla sobre la alimentación de los antiguos romanos y, para quienes quieran, un menú para degustar algunos platos romanos.
El restaurante y cafetería está en:
Calle Donoso Cortés 12
46005 Valencia
Cerca del mercado de Ruzafa
(ex Eco de Russafa)

Para quienes quieran quedarse a comer el menú romano, es imprescindible hacer la reserva (es un local pequeño) escribiendo a pastapalabra@gmail.com, o llamando a
tel.963739310
Móvil 616444962

En su blog, cuyo enlace os he dejado antes, pondrán el precio y los detalles del menú.

Creo que es una buena oportunidad para conocer este rincón de Italia en Valencia y pasar juntos un buen rato.
                       

jueves, mayo 03, 2012

UN FINAL PARA REA SILVIA


( y XXXVIII)

Tras la muerte de Aurelia, en el Palatino Acca Larentia y Fáustulo daban nombre a los gemelos: Remo y Rómulo se llamarían. En Alba Longa, el rey Amulio había decidido qué hacer con Rea Silvia, tras haber visto a una liebre aterrada bajo las garras de un águila.

Acababa de llegar la noticia de la muerte de Aurelia, cuando se presentó el mensajero del rey Amulio convocando a la cabaña real a su hermano Númitor. ¿Cabe una acumulación de dolor mayor? La muerte de Aurelia, aunque esperada, era una puñalada más en el corazón del antiguo rey de Alba Longa, una certeza de que su familia estaba condenada a la aniquilación. El mundo se había convertido para él en un agujero oscuro, un negro abismo contra el que sólo cabía estrellarse.

Con ánimo vacilante se reunió con la vestal Adriana, Anto y Nipace y todos juntos acudieron a la llamada del rey. Quienes les habían acompañado durante la noche y la lúgubre mañana los escoltaron hasta la puerta de la cabaña real y se quedaron en los alrededores de la entrada a esperar noticias. Entre ellos estaba Urbano Lacio, quien desde el alba transmitía noticias de una cabaña a otra: desde la casa de las vestales a la de Anto, y de allí a la de Amneris, a la de Kritubis y vuelta a empezar. En cambio Palantea había preferido atravesar la selva y esperar noticias apostada en las rocas que cerraban la hondonada. Necesitaba estar y sentirse muy cerca de Rea Silvia en aquellos momentos de desolación.

Los monarcas recibieron a los convocados sentados en sus sitiales. Criseida había sido llamada por su esposo, aunque no le había querido revelar por anticipado cuál había sido su decisión. Ella esperaba una ejecución de Rea Silvia rápida, como muy tarde para el día siguiente. Era lo que exigía el sentido común y lo que más convenía a sus propios intereses. ¡Estaba deseando deshacerse de toda la familia de su marido! Y, cuanto antes, mejor. Lanzó una mirada despectiva a su cuñado y a la vestal Adriana.

Númitor aguardaba de pie, pálido. Y la misma actitud discreta mantenían la vestal Adriana y Anto. Nipace se había colocado a las espaldas de su esposa en actitud de protegerla. Amulio callaba, hierático sobre el trono. El silencio era tan absoluto que se oía el crepitar del fuego. Al fin llegó Prátex y el rey le hizo una seña para que se acercase, apenas lo vio entrar en el salón. Hacerles esperar la llegada de un criado era una humillación más y no auguraba nada bueno.

- Os he hecho venir para comunicaros mis últimas decisiones acerca del castigo que, por su sacrilegio, se le impuso a Rea Silvia de acuerdo con nuestras costumbres ancestrales. Todos lo conocéis: ser azotada con varas hasta la muerte. Y también dije en su momento que, para evitar la vergüenza y el deshonor a sus padres, la ejecución tendría lugar en privado y no en la plaza pública. Ni su sacrilegio ni su condena debían ser conocidos por los albanos; así lo hice saber a los miembros del Consejo.

El ambiente en la cabaña se había hecho opresivo, asfixiante. Anto pensaba que las piernas no la sostendrían y se cogió del brazo de Adriana. Un tambor golpeado por un espíritu infernal no retumbaría tanto ni tan desordenadamente como sus corazones.

- He reflexionado mucho en las últimas horas – prosiguió Amulio –. Me he debatido entre el deber de acatar la costumbre, las consideraciones que me hizo en su día la Vestal Máxima Camilia sobre el silencio de la diosa Vesta y tus propias súplicas, Númitor. También he sopesado las palabras de mi amada hija, Anto. He repasado los hechos y esto he concluido: que, pese a todos vuestros argumentos y apelaciones a la clemencia, Rea Silvia merece el castigo máximo.

Criseida, que al inicio del discurso de su marido había permanecido muy seria, sonrió abiertamente y recorrió con la mirada los rostros compungidos de los presentes. ¡Por fin se haría justicia!

- Ese castigo no va a ser la muerte – prosiguió el rey –, sino una vida entera de apartamiento y reclusión lejos de todo trato humano. No volverás a ver a tu hija, Númitor. Ignorarás todo de ella, si vive o ha muerto, si está enferma o sana, o si se ha quitado la vida por su propia voluntad. Tampoco ella tendrá noticia alguna de vosotros. Nadie sabrá dónde está. No sospecharán este castigo los albanos, ni daré cuenta de esta nueva decisión a los miembros del Consejo. Queda prohibido hablar de ella en Alba Longa y en sus territorios y castigaré con la muerte a cualquiera de vosotros que traicione ese silencio. Desde este momento Rea Silvia ha dejado de existir.

- Prátex – dijo después de una breve pausa –. Comunica enseguida mi decisión a la sacrílega.

Y con estas palabras, el rey Amulio se levantó del trono y se retiró. Estaba satisfecho. Criseida lo siguió con el rostro contraído de cólera y, apenas estuvieron lejos del oído de los presentes, recriminó ásperamente a su marido acusándolo de haber sido muy blando.

- ¿Por qué matar de un solo golpe a una liebre si la puedo dejar agonizar durante años? – respondió él, sin que Criseida alcanzase a entenderlo.

En el salón, y sabiéndose vencedores de esa batalla, Nipace apretó la mano de Anto y ella le respondió con una mirada tan intensa como amorosa. Númitor pidió sentarse un momento en un escabel y los criados le acercaron uno. Nadie debía darse cuenta de hasta qué punto estaba aliviado, cómo para él volvía la luz al mundo. La vestal Adriana hizo una breve inclinación de cabeza a Anto y abandonó de inmediato la cabaña real. Tenía aún las piernas temblorosas y el semblante descompuesto. Se le acercaron ansiosos sus amigos a recibir noticias.

- Le ha perdonado la vida – dijo Adriana tratando de ocultar su felicidad – aunque la ha condenado al aislamiento. Es preciso avisarlas de inmediato, pues el rey ha encargado a Prátex que se lo comunique a Rea Silvia y si sorprende allí a Énule…

Jamás en su vida había corrido tanto Urbano Lacio. Atravesó, sin verlo, el tramo de Alba Longa que había entre la cabaña real y la puerta oriental de la muralla. Salió al camino del santuario de Júpiter Latiaris rogándole al dios que pusiera alas en sus pies y prometiéndole ricas ofrendas. Pasó por delante de la cabaña de Kritubis sin mirarla y no se detuvo, ni siquiera para comprobar que no lo viese nadie, en el punto secreto por donde penetraban en la selva colindante al bosque de Silana. Llegó sin respiración al lado de Palantea y le pidió que tocara enseguida la melodía convenida para avisar del peligro a sus amigas de la cabaña de la hondonada.




Gracias al amor y a la inteligencia de Anto y Nipace, Rea Silvia había salvado la vida, pues, estando decidido el rey Amulio a hacerle tanto daño como pudiera, ninguna fuerza humana lo hubiera disuadido de matarla de la forma más cruel. La condena a la privación perpetua de todo contacto y trato humano era, con todo, una punición durísima, insoportable para cualquiera que no tuviese la firmeza de ánimo de Rea Silvia y de su doncella, ya casi hermana, Tuccia. E incluso gozando de esa fortaleza, no habrían sobrevivido mucho tiempo sin la ayuda de aquellas amistades que no las abandonarían jamás.

En la profecía de Celia pensaba Rea Silvia cada mañana para reconfortarse, a ella se aferraba para creer que sus hijos, pese a todo, seguían viviendo. A veces lo conseguía, otras no. Para hacer más soportables los días de invierno en que el frío les impedía salir de la cabaña, Amnesis revistió el interior de las paredes de una capa de arcilla mezclada con barro y cubierta de cal. Sobre ella pintó aves, árboles, nubes y montes, un pájaro carpintero con una cinta colgando del pico, en memoria de la ayuda que había prestado en el nacimiento de los gemelos y hasta a la propia ninfa Silana dentro de su cueva, sentada al borde del manantial. Usaban ese arte los etruscos para decorar sus tumbas pero Amnesis, que lo había aprendido de ellos, consideró que ayudaría a sus amigas vivas más que a los muertos. Y así era: el fuego del hogar y de las lucernas, al iluminar aquellas paredes rebosantes de animación, atenuaban la pena y la soledad y les recordaba que seguían estando en el mundo.

Al llegar la primavera y el verano, cada vez que Luna mostraba su completa redondez, la propia diosa convocaba a la ninfa Silana, a Diviana y a Vesta y, tomando de las manos a Rea Silvia y a Tuccia, danzaban juntas entre las encinas del bosque sacro. A veces era una danza lenta a la que acudían misteriosamente las abejas y estaba imbuida de una gran melancolía: Rea lloraba a sus hijos. Otras, bailaban con alegría por la felicidad de las personas que amaban: así, cuando Anto tuvo su primer hijo y, dos años más tarde, una hija; cuando, cumplidos los treinta años de servicio a la diosa Vesta, Camilia abandonó la casa de las vestales y, en su lugar, Adriana fue nombrada Vestal Máxima; cuando a Númitor le fue levantada la prohibición de vivir en Alba Longa y retornó a la ciudad; cuando Alec, bajo los cuidados de Énule, recuperó en parte la salud y la memoria y volvió a ocupar la cabaña de la vieja Espórtula; cuando Valeria y Aiara, cargadas de piedras mágicas de belleza excepcional, regresaban de alguno de sus viajes a la tierra de los etruscos donde estudiaban las nuevas aleaciones de los metales y enseñaban, a su vez, las que ellas mismas habían desarrollado.

El bosque se convertía entonces en un lugar más sagrado aún, donde el amor brillaba como el rocío en las hojas de las encinas y, unidas, diosas, mujeres, lechuzas, lobas, jabatas, mariposas, y demás hembras de toda clase de animales protegidas de Diviana, celebraban su feminidad, ese principio universal, ese amor profundísimo y sin límites que las empuja a transmitir la vida y las perpetúa y las torna invencibles a pesar de la muerte.

Se estrechó también, con el paso del tiempo, la unión entre Rea Silvia y la dulce Silana, mutuamente comprometidas y ligadas por lazos de sacralidad y protección perenne. Y más después de que la ninfa le regalara a Rea, y con ella a todos los romanos, un don inestimable. Al comienzo de sus amores, Palantea y Urbano Lacio paseaban por sus frondas cogidos de la mano, se tumbaban a escuchar el canto de los pájaros y la pastorcilla arrancaba a su siringa melodías que hacían reír al corazón.

Aprovechaba esos momentos Silana para emitir sus poéticos susurros y así, al oído, le fue revelando al muchacho el secreto del ritmo, la belleza de las palabras, la fuerza de la verdad. Gracias a la ninfa comprendió Urbano Lacio que su crónica oral, para no ser olvidada, debía ser compuesta en versos y, al construirla como un poema, perpetuó la memoria de Rea Silvia e hizo inmortal la historia que todos conocemos.

Los matorrales crecieron y borraron las sendas en la parte más profunda del bosque de Silana. Ampliaron sus dominios las abubillas. También aumentó su fama de aves agoreras, según Urbano Lacio porque había trascendido el papel jugado por su olor en el descubrimiento del embarazo de Rea; según otros autores porque, al atardecer, con su canto anunciaban la muerte del día. Pronto creyó Amulio innecesario mantener la vigilancia. Cada nueve jornadas Prátex o alguno de sus secuaces dejaban agua y alimentos en el linde de la hondonada y jamás pasaban de allí, de modo que nunca descubrieron que las mujeres recibían socorro.

Aún son visibles, en el lugar, las trazas de algunos escalones toscamente labrados en la roca de la pared más baja de la hondonada, tallados para que bajasen con mayor seguridad quienes las asistían. De la cabaña, en cambio, no se han conservado restos. Aunque lamentable, no es extraño, porque el silencio impuesto en torno a la vestal Rea Silvia se ha prolongado durante siglos, incluso al precio de ocultar y restar valor a la crónica de Urbano Lacio.

Tanto en las bondades como en los crímenes que se han relatado, por inaudito que parezca, tuvo su origen Roma. Sus futuros fundadores, Remo y Rómulo, debían forjarse, desde antes de su nacimiento, en el sacrificio y el dolor, pues nada le viene regalado al ser humano. Protegidos por los dioses, crecieron entre pastores junto al Tíber, al amparo de Acca Larentia y Fáustulo, teniéndose por hijos suyos, ignorantes de su origen y de su filiación. Mas ni la humildad de los pastores ni los decretos de los reyes alcanzan a detener el curso del destino ni a torcerlo. Lo que está dispuesto que suceda, inexorablemente ocurre.

“Acogió la madre Acca Larentia/ a los niños gemelos en su seno/ mientras fluía el dolor por los montes Albanos/ y Rea Silvia los lloraba muertos./ Mas ¿quién puede a los hados hurtarse?/ El tiempo es un ave que vuela rápido/ y en sus alas traería a Alba Longa/ la venganza de los hijos de Marte”.



FIN DE "LA VESTAL DE ALBA LONGA", primera de las novelas de la serie "La fundación de Roma".

 

NOTA: Querid@s amig@s y lectores ocasionales, mil gracias por haber tenido la paciencia de leer esta historia y haberme alentado constantemente con vuestros comentarios y apoyo incondicional. En posts sucesivos, daré las gracias a aquellos de vosotros que habéis participado como personajes de esta novela, os estaré eternamente agradecida. Sin vuestra presencia real y ficticia, la vida de Rea Silvia no hubiera sido la misma.

miércoles, mayo 02, 2012

INVITACIÓN PARA CONOCER EL FINAL DE UNA HISTORIA




De Claudia Hortensia a su amiga Sempronia Tertia.

Amiga querida, me haría muy feliz que mañana vinieras a cenar a mi casa. Para cuando llegues, mi liberta Lálage y yo habremos puesto punto y final a una parte – y no poco importante – de la historia de la fundación de Roma.

Tal como te anticipé, los datos que hemos ido encontrando son tan apasionantes, que contar la historia completa me llevará mucho más tiempo y esfuerzo del inicialmente previsto. Así, por prudencia, he concluido con la historia de Rea Silvia, la augusta madre de los gemelos Remo y Rómulo. Y de inmediato empezaremos a buscar libros y autores fidedignos que nos iluminen sobre la parte siguiente. ¡Tanto Lálage como yo estamos impacientes! ¿Puedes creer que ni el cansancio, ni la proximidad del verano, ni las dificultades para hallar datos seguros nos detienen? Mi padre solía decir que conocer nuestros propios orígenes es una de las tareas más hermosas que podemos emprender. Tenía mucha razón, como en tantas otras cosas.

Ven sin falta. Y si no te aburres, con gusto te leeré el texto con que habremos concluido esta parte. Estoy ansiosa por conocer tu opinión.



NOTA 1: Queridos amigos, mañana jueves 3 de mayo colgaré el capítulo que cierra la historia de Rea Silvia. Aun cuando mi propósito era escribir una novela sobre el proceso completo de la fundación de Roma, Rea Silvia – madre de los gemelos fundadores – me ha atrapado de tal modo que no he tenido corazón para silenciarla. Así pues, he dejado que su historia fluyera a su modo, sin ponerle impedimentos ni diques. Y creo que es un homenaje debido, pues si bien los historiadores antiguos hablan de ella, ni los poetas le otorgaron el lugar que merecía por haber generado a los fundadores de Roma, ni al moralista Augusto, en cuya época escriben nuestra Claudia Hortensia y Lálage, le gustaba que se hablase de esta virgen vestal. Y si a los príncipes algún asunto no les gusta, ya sabemos que nadie habla de él.

Para evitar confusiones, cambiaré todos los tags referidos a esta novela bajo el título “La fundación de Roma” y los sustituiré por “La vestal de Alba Longa” que es el título que he pensado darle, al menos provisionalmente.

NOTA 2: Al realizar la tarea de cambiar las etiquetas, algo ha pasado que se ha alterado el orden de las entradas y no encuentro el modo de arreglarlo. Lo siento muchísimo. Quien quiera leer la que va justo antes de ésta y es, por tanto, la penúltima de la serie de Rea Silvia, tiene que retroceder tres entradas y ver la titulada "Amulio toma una decisión". ¡Ay, qué desastre...!

LA IRA DE SILANA




Resumen anterior: Rea Silvia iba a ser trasladada a un lugar secreto. El pordiosero Alec, que por intuición había seguido al malvado Prátex al interior del bosque sagrado de Silana, era el único de los amigos de Rea Silvia que había descubierto ese lugar.


(VII)

En el extremo más recóndito del bosque sagrado de Silana, apostado entre los matorrales y las encinas, el pordiosero Alec vigilaba al grupo de hombres que, dirigidos por Prátex, trabajaba desde el amanecer. Habían abatido varios árboles y limpiado de matorrales el claro del bosque junto a los murallones de roca que cerraban la hondonada por tres lados. El trabajo se había organizado por grupos: mientras unos talaban, otros limpiaban los troncos quitándoles las ramas y la corteza en el mismo lugar donde habían sido abatidos y un tercer grupo los transportaban hasta la hondonada, donde ya habían perforado los agujeros en el suelo para asentar los postes. Era evidente que estaban construyendo una cabaña.
A ratos Alec cabeceaba. Había visto construir muchas chozas en su vida y no sentía especial curiosidad por ésta, así que se limitaba a tener los oídos alerta y echar una ojeada a los hombres de vez en cuando. Hacia el mediodía, los recios postes de sustentación estaban clavados en su sitio y un montón de leños finos, limpios de ramificaciones y de hojas, se apilaban en el suelo en espera de ser usados. Aun cuando el trabajo avanzaba deprisa, quedaba mucho por hacer: cortar, limpiar y colocar en su sitio la viga cumbrera para sostener el tejado en su punto más alto y asegurarse de que asentaba bien; levantar las paredes de adobe, atar las vigas y los leños con cuerdas, formando el armazón sobre el que debía colocarse, por último, la paja del tejado.
Los hombres hicieron un alto para descansar y comer. El olor de los quesos llegó hasta la nariz de Alec y un retortijón de hambre le contrajo el vientre. Mientras cavilaba sobre cómo calmarla oyó a Prátex llamar a gritos a tres de ellos y, urgido por alguna razón que no alcanzó a escuchar, ordenarles retomar el trabajo enseguida. Les hizo con la mano un gesto para que lo siguieran y se puso en marcha a grandes zancadas. Como si también lo hubiera convocado a él, Alec se puso en pie y los siguió. Al menos así distraería el vacío del estómago y estiraría las piernas, entumecidas después permanecer de tanto tiempo sin apenas moverse de su escondite.
Salieron de la hondonada remontando la cuesta y penetraron en la zona más espesa del bosque, desandando el camino recorrido esa misma mañana antes del amanecer. Prátex abandonó la senda, se apartó unos cuantos pasos hacia su derecha y señaló a los hombres un árbol de porte muy alto. Los leñadores empuñaron sus hachas y se pusieron al tajo. Alec buscó con la vista dónde apostarse. A la izquierda de la senda, entre la espesura, vio unas cuantas rocas sueltas. Ofrecían un buen resguardo y en la maleza que las rodeaba encontraría raíces comestibles. Apoyó la espalda en una de las piedras y comprobó que podía vigilar desde allí con bastante seguridad: entre él y los leñadores se interponía el sendero y abundantes árboles y matorrales. Mientras se llevaba una raíz a la boca, se preguntó qué habría ocurrido con Rea Silvia.


El sol se abatía como una lanza de oro sobre la superficie del lago Albano cuando el rey Amulio y un grupo reducido de criados, ascendiendo entre los bosques desde la orilla del lago, alcanzaron el camino del santuario de Júpiter Latiaris. Venían empapados de sudor, con las aljabas en bandolera y los arcos colgados al hombro. Varios patos y otras aves acuáticas, atadas por las patas con una cuerda, colgaban del cinturón de cuero de uno de los criados, quien también empuñaba una lanza corta. Se sentaron a descansar en un ribazo, al borde del camino.

- Ve a la fuente sagrada de Silana y trae de beber – ordenó el rey Amulio a uno de sus siervos –. Allí habrá un hombre de Prátex: dale recado para que le avise y venga a encontrarme aquí. Comeremos un bocado.
Había sido una buena idea salir a cazar. Criseida era muy obstinada, pensó Amulio, pero con frecuencia tenía razón y lo aconsejaba bien. Respirar el aire de los bosques, gritar a sus hombres, ejercitarse en el manejo del arco para no perder práctica ni puntería, cobrar buenas piezas, eran actividades adecuadas para el día posterior a la boda de su hija. Que ninguno de sus súbditos pensara que el exceso de comida durante el banquete o la abundante bebida habían restado brío o disminuido el vigor de su rey. Sus hechos debían proclamar que era el primero en todo: el más temible con la lanza y la espada, el más hábil en la cacería, el más resistente en la lucha, el más inflexible y firme al tomar decisiones, el más cruel. Sí, inspirar miedo le parecía fundamental para mantener sobre la cabeza una corona. Cuanto más miedo, mejor.

Los criados habían sacado ya de sus zurrones tortas de espelta, cebollas, quesos frescos y curados, cuando regresó su compañero con un odre lleno de agua y acompañado de Prátex. Comieron en silencio y, al terminar, el rey ordenó a sus hombres que lo esperasen sin moverse de allí hasta su regreso. Se levantó y se alejó con Prátex. Sólo cuando desaparecieron de su vista los criados y comprobaron que no había nadie por los alrededores, el rey y su sicario penetraron en el bosque de Silana.

- Espero que el sitio elegido esté tan oculto como me has asegurado – dijo el rey.

- Tu mismo vas a verlo, señor – respondió Prátex avanzando por la solitaria senda –. Mañana mismo tendremos terminada la cabaña.
- ¿Mañana? ¡No! No quiero tener a la zorra de mi sobrina en mi propia casa. Esta noche te la entregaré, a ella y a su sierva. Si no está terminada la cabaña, que duerman al raso.

- Tú das las órdenes, mi rey. Piensa, no obstante, que los criados que me has proporcionado no saben para qué o para quién están construyendo la cabaña, pero si ven a las mujeres… No será fácil mantener este lugar en secreto.

Amulio no contestó. El follaje cada vez más tupido dificultaba el paso del sol. De la tierra brotaba una neblina que desdibujaba los contornos y sumía el bosque en un silencio inusual: apenas escuchaban el crujir de la hojarasca y de las ramitas que se quebraban a cada paso bajo sus pies. Habían dejado atrás el ramal que llevaba a la fuente de Silana y, percibiendo con intensidad lo opresivo del ambiente, Amulio juzgó que su sicario había elegido con acierto el lugar donde ocultarían a Rea Silvia: nadie se adentraría en ese bosque por gusto.

- Cuando acaben su tarea, mátalos – dijo de pronto.
- ¿Quieres que mate a tus criados? – respondió Prátex sin ocultar su extrañeza.

- Ya me has oído. Nadie debe saber dónde escondemos a Rea Silva, salvo nosotros dos, y un par de hombres de tu estricta confianza para que vigilen el lugar.

- No podré matarlos yo solo – objetó Prátex.

- ¿He de enseñarte yo cómo hacer tu trabajo? – bufó Amulio –. Engáñalos, mátalos de uno en uno o haz que se despellejen unos a otros. Y escúchame bien: no quiero que esos hombres ni ningún otro maltrate a las mujeres ni se les acerquen. Son intocables. De la vida y la seguridad de Rea Silvia respondes con tu cabeza. En cuanto a este lugar y a la cabaña que será su prisión, ¡ni una palabra a la reina!

La ninfa Silana, que ya les había mostrado su aspecto más hosco, indignada al conocer los planes criminales que perpetraba el rey Amulio en sus propios dominios, no pudo contener su enojo y su desagrado: envió una violenta ráfaga de aire que sacudió el bosque entero y lo ensombreció aún más, revolviendo ramas y hojas, levantando hojas muertas y silbando una canción siniestra. Como una advertencia llegó hasta ellos el golpeteo de las hachas. Al escucharlo, Prátex informó al rey que estaban próximos al lugar donde sus criados talaban el árbol de cuyo tronco saldría la viga cumbrera para la choza. Y aún debían recorrer un buen trecho hasta llegar a la hondonada donde quedaría aislada Rea Silvia.
De pronto se oyó un crujido espantoso envuelto en un fragor de ramas, chillidos de pájaros y pasos de animales huyendo a la carrera. Una fulminante oscuridad se abatió sobre el bosque de encinas, como si el cielo se viniera abajo. Y en cierto modo, así era. Delante mismo del rey, casi rozándole la cara, cayó con gran estrépito el árbol que estaban talando sus criados. El grueso tronco golpeó el suelo, rebotó levantando una polvareda y quedó atravesado en medio del camino. Sus ramas habían aplastado las de otros árboles, quebrándolas al caer y arrastrándolas al suelo.

Amulio, que había saltado hacia atrás, se quedó pálido. Había visto la muerte tan cerca, que las piernas no lo sostenían. Apoyado en una encina imprecó y blasfemó contra la ninfa Silana y todas las divinidades de los bosques y, puesto que la ninfa le había cortado el paso de tal modo, renunciaba a seguir hollando ese suelo con sus reales plantas. ¡Maldito fuera aquel lugar y malditos
cuantos seres mortales e inmortales lo habitaran! Gemía el viento entre el follaje, el polvo volvía a caer lentamente despejando el aire y un sonido indefinible, como el grito de un ave o una carcajada, quién sabe si de satisfacción o de cólera, recorrió el bosque entero.

El pordiosero Alec, que había presenciado la llegada de Amulio y Prátex desde su refugio, no pudo ni siquiera gritar: golpeado en la cabeza por una de las ramas más altas del árbol abatido, había quedado tendido entre las rocas y de su frente manaba sangre en abundancia.



* La fotografía del árbol envuelto en niebla, tomada en la Cumbrecita, Córdoba, Argentina es obra de Alexandria Faderland, nuestra Calisto en la novela de la fundación de Roma. El resto de fotografías son de Isabel Barceló.